Conga

Reflexionando sesudamente el otro día ante una jarra de cerveza, llegué a la conclusión de que no existe baile más absurdo en el mundo que la conga. En un principio lo achaqué a los efectos de la birra, pero tres tragos después y con la observación directa de una de ellas me decanté por lo apropiado de mi hipótesis.

Primero tenemos un baile que no es un baile. Bien, algunos diréis que se trata de una fila india en la que se agarra a quien tienes delante y sigues su ritmo. ¿Qué ritmo, por todos los dioses del Averno? Quien se coloca en la cabeza del dichoso trenecito suele ser un individuo demasiado borracho o demasiado guasón o demasiado insensato (que para colmo será el único que pueda llevar algo de ritmo) y que un minuto después ya estará deseando no estar ahí.

A esto sumamos la caterva de gente que se anima y le sigue pensando: «Sí, una conga, quizás el baile más divertido del mundo y este le sé bailar… Ojalá no sea el último del trenecito». Porque no nos engañemos, el último de la conga piensa que tiene la peste o algo peor: «¿Hoy me he duchado? ¿Pero por qué nadie se pone detrás de mí? Haré que soy el que mejor se lo está pasando y punto final»; y mientras piensa esto sonríe a todas partes y mueve desaforadamente la cabeza. Y es que lo único más ridículo que hacer una conga es ser el último de la conga y marcharte porque nadie se pone detrás de ti.

-No pares, que me choco.

-¡No vayas tan rápido!

-Ten cuidado que con una espiral la conga se deshace.

-Sigue mis pies, sigue mis pies…

-Jajajaja, qué divertido es esto que me permite arrimar cebolleta… vaya, es un maromo que me mira con mala leche…¿por qué no habré llegado antes? No me quiero arrimar…

Seguro que podéis poner más frases de este estilo para reflejar lo divertido de este «baile».

Además, es un estilo que puedes hacer con cualquier tipo de ritmo: salsa, merengue, chotis, pop, rock, «reguetón» o «los pajaritos de MariCarmen»; todo vale. Eso sí, no será una verdadera conga hasta tener una abuela que, desde su sitio, da palmas animada de ver semejante hilera orgiástica de individuos, claro está que ella pretende seguir el ritmo de la música, pero el único que se adecua a sus palmadas son «Las mañanitas del rey David».

Evidentemente alguien me puede contraargumentar que es un espíritu desaforado de fiesta, de alegría irreprimible y que, al ser un baile grupal, sencillo y lleno de contacto humano, nos acerca más a nuestra naturaleza de animal social. De hecho se da en ese tipo de reuniones sociales y familiares: bodas, jubilaciones, fiestas patronales, despedidas de soltero, bar mitzvah, fin de año o la celebración de la super bowl. Sí, es cierto; pero entonces podríamos hacer una conga cuando somos pequeños para ir a clase, o cuando queremos entrar en el Museo del Prado o incluso para apoyar a nuestro servicio de comunicaciones en una hora punta del metro.

De todos modos, bailen la conga si quieren, yo por mi parte la dejaré en Jalisco. No me atormenten con seguir como un borrego al rebaño y permítanme sentir un poco de vergüenza ajena, no es culpa suya ni mucho menos mía. Sólo me queda decir una última cosa para finalizar:FIN.

Rehab o la conquista de la identidad

 

Cartel RehabEste viernes he estado en el estreno de REHAB en la Sala Muki de Madrid. Un cabaret obra prima, tres actrices embarcadas en un ambicioso proyecto desde la creación de su grupo, La Tresena en Discordia. Aquí se han podido encontrar innumerables trabas para sacar adelante su proyecto, pero ¿qué producción no las tiene al fin y al cabo? La dirección corre a cargo de Adaya Salvá, quien también ha hecho la selección de temas musicales y, en colaboración con Marina Fábregas el texto, a ellas se une también María Araiz para cerrar este conjunto.
En Alguien voló sobre el nido del cuco un elemento discordante se introduce en un psiquiátrico de aquellos años, ¿locos? No siempre. Hay individuos inadaptados, pero también una sociedad que es incapaz de asimilarlos, encontrarles un espacio, cohabitar con ellos o poder amoldarse a su existencia. En Rehab ocurre algo similar. Tres actrices (realmente una actriz, una bailarina y una cantante) se juegan su última carta de hacer algo en el mundo artístico ingresando en la Real Escuela de Hábitos Artísticos Básicos. Una crítica desde la comedia y el tono cabaretero, tan lógico para tratar el tema, a los excesos e incongruencias que se dan en la formación artística y que se expande a todo el engranaje del artisteo (consumidores incluidos).
Sin embargo, como suele ocurrir en una primera producción, y es que no olvidemos que estas chicas han venido comerse Madrid, hay un totum revolutum de aciertos y errores que habría que analizar. La adaptación e interpretación de los temas de Juan ConQueso y la voz de Marina Fábregas es acertadísima y brillante (felicidades por esas ideas y ejecución); el pero se deriva de los pocos ensayos que han tenido los músicos (es patente) y en la carencia de medios, como monitores que les den un retorno (tocan a ciegas, o mejor dicho a sordas). Es el gran problema del sonido…no te das cuentas de su presencia cuando va bien, pero es increíble el mérito que resta a los espectáculos cuando falla. Algo tan simple como una mejora en ese campo mejorará la impresión general de la obra en detalles nimios y en otros muy importantes: mejorará la concentración y disposición de las actrices que, además, no se tendrán que preocupar por detalles externos, la recepción del público será más acorde con lo que están viendo y existirá una mayor fluidez ya que podrán cerrar mejor las escenas…
En cuanto al texto de la obra, destila la preferencia por un público objetivo al que va dirigido (gente del mundo del espectáculo), aunque han sabido adaptar ese lenguaje hacia un público más heterogéneo, se aumenta la presencia interpretativa, sentimientos y objetivos, relegando la literalidad del texto. Punto para ellas.
La frescura y dinamismo de gags y coreografías, antiguos giros reinterpretados y la presencia del guiño constante del metateatro son dignos de mención, aunque los nervios del estreno y otros problemas hicieron que se notasen ciertos momentos de descoordinación o la necesidad de marcar mejor tiempos y cambios. Vamos, que aún necesita rodaje y público, quizás más de esto último, ya que es el público quien pone en su verdadera medida las obras. Necesita una mejor iluminación, porque si bien el cartel que aportan es una pequeña maravilla, la iluminación general adolecía de los problemas de un espacio pensado más para conciertos que para teatro (cosas de las sombras que son tan divertidas en los conciertos y fatales en teatro, y que también deberían tener en cuenta las salas que quieren llevar microteatro).

actrices
Me gustan mucho las historias de los personajes, su planteamiento e incluso su fórmula narrativa (aunque aquí depende siempre de gustos y preferencias), pero con lo que no estoy de acuerdo es con el final. El discurso final no me convence, aunque despierte aplausos por lo que dice, evidentemente, pero no creo que sea el lugar. No, no es una perorata de tintes políticos, no me entendáis mal. Es un alegato en defensa de la obra y del trabajo del artista, pero nunca he creído que esa defensa se tenga que hacer encima del escenario (opinión completamente personal). Sin embargo, el ambiente creado anteriormente nos dirige hacia la conquista de la identidad del artista, sus méritos, sueños, anhelos y fracasos son los que deberían forjar su yo, y no la mercadotecnia que se impone desde otras esferas que a veces tienen poco que ver con la calidad artística.
Así pues, luces y sombras en un estreno ¿qué os esperabais? La diferencia es que se puede ver lo que tiene que llegar a ser y, para mí, pocas cosas hay más excitantes. Sentirse como Miguel Ángel ante un buen bloque de mármol de Carrara y ver la potencialidad que encierra, ver aristas y soñar con pulir hasta conseguir la obra maestra. Rehab es ese bloque de mármol, un conjunto unido, elegante y firme, pero que aún necesita ser pulido.

 

Más sobre ellas: https://www.facebook.com/rehabcrs14?fref=ts