Welcome to Europe

Hacía mucho tiempo que no escribía nada en mi blog, ni por aquí… Todos sabéis que no soy un poeta social, aunque me encante ese tipo de poesía, pero de vez en cuando… de vez en cuando.

 

Un niño se vuelve a ahogar en la costa,

viene de Siria en guerra…

Welcome to Europe.

España vuelve a ser gobernada

por la mayor organización criminal del continente…

Welcome to Europe.

Francia celebra e informa el fútbol mientras

hay una guerra por su trabajo en las calles…

Welcome to Europe.

Tenemos como oficial una lengua, el inglés,

de un país que se quiere ir…

Welcome to Europe.

Rusia invade Ucrania,

nosotros callamos, si los mercados callan…

Welcome to Europe.

Se levanta el Cuarto Reich por el norte,

pero tenemos miedo de Venezuela…

Welcome to Europe.

Grecia enciende una mecha y el país tiembla,

el Vesubio le hace sombra…

Bienvenido TTIP, te esperamos con los brazos abiertos,

aquí está nuestra sangre, lista para ser drenada…

Welcome to Europe.

Europe is living a celebration,

Welcome to Europe,

Welcome, welcome, welcome

Los Restos del Naufragio

Los restos del naufragio
tienen ese sabor ácido a limón
y un terrible redoble de cabeza;
borrosos recuerdos de sonrisas,
cervezas y cinturas.
Son al fin y al cabo las muescas
por imprimir en las cartucheras.
Noche vedada a los labios,
mañana blanca de un desayuno
por cumplir,
escritura semiautomática
como quien dispara versos
sobre los restos del naufragio,
esto, esto soy.

Tú, finalmente en tu mañana
cuidarás tus libros y asearás tus dientes
inconsciente aún de semejante desastre,
de tamaño cataclismo.

No os lamentéis. Aún vivo.
Incluso en este estado a la deriva
me impongo. Sigo, como quien recibe
los versos al pie de su naufragio
y vive en sus restos,
pero al menos vive.

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Hide o Jekill

 

 

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¡Mil veces te he dicho

que no respondas a mi llamada!

Tú, sin embargo, te relames

como soñando gotas de sangre aún por borbotar.

Quédate en el otro lado

justo donde Alicia se fugó,

allá donde la Reina Blanca nunca fue princesa,

donde el sueño está por descubrir

y también por enterrar.

 

Yo, mientras tanto, seguiré atado

a tus recuerdos circulares, a tu

sempiterna pesadilla que vuelve

sin querer, rezumando el odio que te tengo

y que aún espera por tenerme.

No, no te engañes. No quiero,

ni por un momento que te levantes.

¡Quédate ahí! Ese es el sitio que nos corresponde,

querido Jekill, querido Hide.

Jugando al quién es quién,

o a cuál es peor…

si el loco criminal que se asoma,

o el tétrico doctor que se esconde.

 

Da lo mismo. Todo está vencido.

Todo el porvenir

ya fue pasado.

 

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Carta a una desconocida

Enero de 2014, es extraño, pero no hay frío en la calle.

 

Quizás no sepas quién soy, sería lo más lógico; pero tampoco sé yo cómo eres tú por dentro, detrás de esa fachada de chica distante. Sin embargo algo me impulsa a escribirte hoy y a decir lo que tanto tiempo llevo pensando y que nunca me he atrevido.

Es un tanto difícil excusar este comportamiento, lo sé. Esconderme detrás de una carta y sentir que no hago otra cosa más que acechar el movimiento de tus manos, o imaginar tus mismos ojos en el momento en que leas esta carta. ¿Sentirán enojo, inquietud, deseo, tal vez pena? Espero que no sea pena, todo menos lástima. De todos modos tengo que poner más corazón en juego y decirte que… que me he enamorado de ti como un tonto, como un niño pequeño de su madre, como un beso se enamora y espera al que le sigue.

Dicen que el amor es cosa de locos. Lo creo: veo cosas que otros no ven, siento lo que otros no son capaces y me deleito en ello. No puedo dejar de recordar el primer día en que te vi, y ya me dije que estabas como una regadera, sentada en la parada del autobús, hablando con niños, con mayores, con todos, siempre riendo por nada y abrazando el aire. Otras veces, las menos, te veía con el ceño fruncido, metida la nariz entre páginas de cualquier libro que estuviese en los escaparates de las librerías. Y yo, serio, avergonzado, encantado y consternado miraba tus rizos al aire, tus paseos constantes, ese ir y venir de la risa al agotamiento. Eres una montaña rusa de expresiones, de sentimientos, de dejar con la boca abierta, pero ahora que recuerdo, como a un idiota, se me asoma esa sonrisa que me viene en tu presencia y me hace parecer un bobo sin sentido.

Te miro, y procuro hacerlo más cuando estás enfrascada con alguna cosa, mientras subes alegre al autobús y le das los buenos días al conductor, quien no sabe si contestar o hacerse el despistado o mientras te sientas en cualquier sitio y ves transeúntes, señales de tráfico, hojas de otoño.

No sé tu nombre, y a veces me invento tu vida. ¿En qué trabajarás? ¿Tendrás novio, marido, tal vez un poema colgando en una percha del armario? Pero aunque no sepa casi nada de ti, ya sé mucho. Sé cómo suena tu risa, la de verdad y la fingida. Conozco cómo dejas el marcapáginas, con delicadeza, entre las frases de cualquier libro, y hasta deduzco que subrayas de vez en cuando alguna frase o alguna palabra sobre la que retornarás en el trabajo o en casa. ¿Tu trabajo? Te imagino de cara al público, no sé por qué pero me gusta imaginarte moviéndote entre zapatos de señora, o con tus zapatos altos entre calzado de caballero, como si todos esos pares se girasen siguiéndote a medida que pasas por entre los estantes.

Deberías olvidar todo lo que te digo. Es muy tonto, pero es como lo siento, y aunque no quisiera que te sientas ofendida, me encantaría que mañana, si te ha gustado esta carta, dejes pasar el autobús y vengas, por primera vez conmigo y espero que no la última, a desayunar y que lleguemos los dos tarde al trabajo. Por una vez, por esta vez valdrá la pena.

 

Tuyo, secreto hasta mañana

Yo.

Hace justo una semana quedé con unos amigos en que cada uno escribiría un poema con este tema. Aún no los hemos puesto en común, pero aquí va el mío.

A la luz del gin-tónic
se caen los mitos, falsas promesas
que en torrenciales símbolos
no rozarán papel.

A la luz del gin-tónic
todos los labios son más labios,
inclinamos nuestra vida hacia
un encrespado mechón de pelo
obstinado en cada latido.

A la luz del gin-tónic
hay secretos que se hacen menos,
balbucientes palabras confusas
se revelan
lúcidas manifestaciones
de almas turbiamente dobladas,
dobladas a otros caminos,
caminos que sueñan con vidas,
vidas como arrojadas al mar.

A la luz del gin-tónic
la decencia es casual
y más decencia;
encontramos cuerpos
al azar,
encontramos cuerpos
que nos rozan,
encontramos cuerpos
que iluminan
e invitan a descubrir rincones
de piel contra piel, encontramos
fluorescence rastro en cuerpos
desnudos a la luz del gin-tónic.

Bebiendo en Maravillas

Siempre que veo un mensaje de Dany se me ilumina la cara. Supone una nueva aventura y todo lo que ello conlleva. Con lo cual, el jueves, cerca de las dos de la mañana cuando veo que tengo un mensaje suyo para animarme a hacer un recital conjunto al día siguiente no pude hacer otra cosa que decir: «Pues claro».

Así que ayer estuvimos como invitados en el aniversario del club de lectura «Maravillas», donde iba a recitar algunos de mis poemas. No sé cómo explicarlo, pero hay tantas elecciones que debes hacer en un recital que uno nunca sabe si se llega a dar con la tecla correcta. A tal estado llega mi indecisión que no es sino en el último momento cuando decido cuáles serán los poemas que tienen que estar presentes. el resto es la confianza en la improvisación y en qué diablos haré para irlos uniendo: si cada uno tiene que ser portador de una historia, si acaso debo explicar su proceso de creación, o tal vez debería crearme un personaje como ese maravilloso Oyetu Miramipito, o incluso si estaría bien darme de lado y a través de un cuento irlos insertando. También sé que podría ser más aséptico y que el poema se defienda por si mismo (aunque esta última opción me parece más fría).

Creo que muchas de estas decisiones no se toman de un modo consciente, sino que te llegan y las perpetras y luego ya, si eso, rezas por que tengan algún sentido y que exista, de un modo u otro, un balanceo que genere clímax y anticlímax, tensiones y destensiones y, a ser posible, ser capaces de entretener, divertir y , si lo hacemos bien, hasta conmover.

Como me siento que he vuelto a ser escueto en mis aventurillas, os dejo aquí un poemita de los que ayer descarté… y que creo que es, de momento, inédito en mis recitales, aunque tenga ya años, por respeto a Irina.

Irina era un ser fantástico. Tan pronto te desarmaba con una sonrisa como te paralizaba con una de esas miradas que escudriñan dentro de tu ser. Recuerdo una noche…una noche de esas en las que no duermes y en las que algunas mujeres creen que estás pensando en algo que para nada tiene que ver con ellas. Irina alzó un poco la cabeza y mirándome en un escorzo por encima del hombro dijo: «En mi cama no se piensa».

«En mi cama no se piensa…»

tuya la cama, tuya la ley

y yo… atado

a tu colchón sin sábanas

y a tu piel en mis manos.

 

No se piensa…

tan solo el impulso

y mi sudor por tus piernas

o tal vez…

no, no se piensa.

 

Busco el rincón que decidí mío

en tu cadera,

en tus huesos, en voz

dormida de niña pequeña…

y juegas con mi locura,

con mis labios, con ternura.

 

Y me dices que ya se durmió tu miedo

y temo, por temer

que al llegar la mañana

desaparezca tu olor de mi piel.

Un Año

Un Año

Cada vez más
ermitaño, más espartano, más estoico;
y dejo de creer que hay
amor, dolor, desilusión…
emociones pasajeras, de aliento deshinchado.

Nada existe, es sombra, una quimera
por donde pasan las estaciones.
Estoy a las duras y a las de cal,
donde haya que echarse más de tripas,
y dejo a otros
días de vino y rosas:
esos no son para mí –ni lo pretendo-.

Yo vuelvo al surco del papel arado
por otros que fueron más sabios,
yo vuelvo al pasado de los que no callan
y a veces ni se les escucha,
yo vuelvo porque sólo recuerdo el regreso
-yo vuelvo-.

Dejad constancia de mis callos
ermitaños, espartanos, estoicos…
y borrad las huellas
de lo que está en pasado.

Oficio

Mi oficio son mis palabras y
ahogar con un vistazo las estrellas,
insultar a la concurrencia, abrir el pecho a los insultos,
domar los vientos, desquiciar mi estampa,
desacreditar a los minutos, que lentos pasan.
Desentumecer las legañas del alma y salir de paseo:
tumbar la noche a golpe de aguardiente;
y poder decir: el chigüito velívolo se desmorecía.

Mi profesión, sin embargo, consiste
en desnudar la luz con que te vistes,
arar con mi boca tu espalda, regar tus nombres,
cosechar silencios y anhelarte a versos lentos.
Pintar suspiros, escurrir el bulto, zapear los gatos,
mutilar los santos que ornamentan mis pesares…

Mi trabajo es otro, más arduo y fatigoso:
Resbalar por la acera tras tus pasos,
Corregir las faltas a las estanqueras,
Pintar letras en las paredes y paredes en las letras,
Dirigir en las azoteas el tráfico, tan rasposo y
Servir de decorado a las camareras.

Mi profesión, trabajo y oficio
estriba en que alabéis mi vicio
condenarme bajo las faldas
y fingirme un ser extraño
prendido en vuestros labios.

Rastrillo

Vendo certezas
y sentimientos,
al peso
como en nercadillo
o en librerías de viejo:
Al peso.
Vendo certezas
de una vida deshojada,
de caminos sin retorno,
de bocas que se apagan…
vendo certezas
que se enquistan y desagravian.
Vendo sentimientos
como garbanzos cotidianos,
de consuelos nocturnos,
de huidas al pasado;
vendo sentimientos,
vendo, vendo, vendo.
Vendo certezas y sentimientos,
al peso
como en mercadillo
o en librerías de viejo…
Vendo un pasado
y un futuro cenicero.

La noche en la mirada

Cuerpos deshabitados, olvidados cuerpos,

cuerpos que dejasteis huella al lado de la almohada

cuerpos que no recordáis el tacto de mis manos:

cuerpos, hermosos cuerpos, fragantes cuerpos.

 

Nunca me conociste salvo como imagen en el espejo

y mis manos te reclaman como presencia,

presencia de piel como motivo central,

íntima como vestido de Adán, íntima

bienvenida aquí.

 

Ahora te lo digo por primera vez:

Has nacido

con la noche en la mirada,

como una de esas modelos

que aparecen en las revistas para hombres,

Venus salvaje de boca en llamas,

tu nombre es eterno,

un café sin azúcar

como tomaría el buen Buendía

y tú con tu boca me dices:

Como é que você se chama?

Y yo internacional te digo:

Je m’apelle Miguel.

Ven, tú, otra vez

a recorrerme las venas,

que nunca has hecho.

 

Ahora di lo que quieras…

pervertido

es una palabra al fin y al cabo.

Los olvidados cuerpos

siempre tan inquietos

tan desocupados

ya no susurran a mi oído,

o al menos no les creo.

Has nacido

con la noche en la mirada

y me has dejado

con los labios desiertos.