Olmedo (el estreno)

 

Pues sí, ¡por fin llegó el estreno! Como no podía ser de otro modo terminó resultando una extraña mezcla entreOlmedo_1 aventura, estreno y aprendizaje.

El jueves, tras haber dormido bastante mal, me dispuse a marchar a Madrid, con «todas» las cosas preparadas. «Todas» porque siempre se queda algo en el tintero. Ese día, en Madrid, hicimos un ensayo técnico (que cómo no, salió terriblemente mal) y nos dispusimos a dormir.

El viernes empacamos todas las cosas y nos fuimos dirección Cifuentes, en la provincia de Guadalajara, Dani en su coche, porque tenía mercado medieval por la tarde, y yo en el mío, que no tenía tanta prisa. La obra era para los estudiantes del IES Don Juan Manuel, pero antes les teníamos preparados unos talleres de verso donde podrían entrar en contacto con la preparación básica de una obra de teatro clásico: comprensión del texto, análisis de estrofas o la partitura actoral como guías técnicas.

Tras dos horas de talleres y un buen desayuno, nos quedamos sin apenas tiempo de montaje. No importa, show must go on, así que, aunque habíamos dejado alguna cosa manga por hombro (cosas sin recoger o la posibilidad de hacer un oscuro en escena) empezó la función. Reconozco que fue uno de los días que más seguro estaba haciendo lo que hacía… debía tratarse de la intercomunicación con el público que no existió, evidentemente, en los ensayos. Pero quienes deberían hablar de la obra son los espectadores o el director, que para eso yo sólo puedo dar la sensación del actor (que no es la real).

A continuación hicimos con los chavales un coloquio con preguntas… Creo que fue bastante interesante, pese a que había algunas preguntas dirigidas ya que si no existía el coloquio, deberían volver a clase…

Nuestra experiencia fue muy satisfactoria y de hecho entendemos que debemos dirigir esta obra hacia institutos, siempre y cuando podamos hacer también los talleres y los coloquios, que son de sumo interés para los alumnos y para la comprensión de en qué consiste un montaje teatral… cosa que poco a poco fue saliendo en el coloquio, una vez hechas las preguntas de rigor para no ir a clase.

Hasta aquí vendría a ser el resumen en pocas palabras del estreno… pero continua la aventura porque una de las cosas que me dejé sin recoger fueron las llaves de casa y del local. Ya habíamos recogido y cargado todo, comprobamos que el teatro estaba limpio y que no nos dejábamos nada, pero… Resultó que después de comer, de la sobremesa y de pasar la tarde por Cifuentes (merece encarecidamente la pena pasar por este pueblo, aunque no tengáis la suerte de pasarlo con la gente que yo lo pasé), quise echar gasoil al coche para volver a Segovia y sí, ahí me di cuenta de que no tenía las llaves de casa ni del local, así que vacié tres veces el coche buscándolas, no paraba de mirar en los bolsillos por si algún duende tenía pensado poner en un momento las llaves donde no estaban. Nada. Volví al pueblo, pregunté por los sitios donde habíamos estado, el teatro y el instituto ya estaban cerrados. Me quedaba sin un sitio donde pasar la noche, perdido en medio de la Alcarria… o casi. Así que con todos los nervios empecé a intentar localizar a quien me diese refugio. Tamara fue la primera en reaccionar y quien «ostentó el privilegio» de soportarme esa noche (milgracias, milgracias, milgracias). Que sí, que hablamos hasta las mil y me ayudó a tomar decisiones que me pesaban desde hacía un tiempo… pero para ser sinceros no dormí nada bien, me levanté varias veces en la madrugada con la necesidad compulsiva de volver a buscar en los bolsillos…

Al día siguiente decidí volver a Cifuentes. Poco a poco me iban diciendo que habían encontrado mis llaves, que estaban en el teatro. Más gracias a todo el mundo que se estaba preocupando por mí. Llegué, volví a desayunar, escribí un poco, preparé un poco las jornadas para la próxima obra y cuando fue la hora recogí mis llaves. Las había encontrado un estudiante en una silla y pensando que estaban perdidas (muy bien hecho por su parte) las entregó al teatro… así que yo tampoco las pude ver y supuse que estaban conmigo (mal supuesto). Con lo cual, casi veinticuatro horas después y con más sueño que una marmota, llegué a Segovia, contento, feliz, derrengado. Hoy ya lo he dormido todo, pero no puedo seguir durmiendo: se avecina otra obra más rápidamente que los caminantes blancos sobre las tierras salvajes.

Mañana ya empiezo a preparar la próxima.

Viernes conversos

Desde hace tres meses que a Tamara Berbés le dio por juntarnos a Julio Béjar, Daniel Ghersi y a mí en La Íntegra Teatro, se han sucedido tres viernes conversos. En esta Conversosocasión el tema era «poesía femenina», vamos, con la mujer como tema referente… pero esta no es una entrada seria, sino una de mis aventurillas. Perdón.

Me levanto el viernes como todos los días… cansado. Miro el reloj y me doy cuenta de que son las siete de la mañana, así que me dedico un poco de tiempo a mí. Estudio, desayuno, miro por la ventana el frío, el viento y la lluvia (sí, qué pasa, yo soy capaz de ver el frío)… y cuando tengo el valor de enfrentarme a la calle me lanzo como si no hubiera un mañana a comprarme unos maravillosos botines en Stefany Sen de los que me había enamorado anteriormente. Allí me tomo un café con Stefany, que para eso es amiga y cuando la tienda está a rebosar me retiro para casa. Zapatos

En ese camino me digo, qué diablos, me voy a hacer algo de ejercicio, así que me meto en el gimnasio a correr y hacer algo de elíptica y así seguir luchando contra los excesos navideños. Llego a casa y mientras converso con el Luis, mi compañero de piso, hago para comer merluza al horno (y ya tengo un nuevo plato que sumar a mi menú). Miro la hora y recuerdo que tengo que estar en Madrid sobre las ocho u ocho y media si quiero encontrar aparcamiento, pero como hay tiempo me voy a donar sangre, que siempre es bien. Entre unas cosas y otras me reconcilio un poco más con el mundo (cosas que no sé si tengo que contar por aquí, así que mejor callo). Tras la extracción me recomiendan beber mucho líquido, algo normal, vamos.

Ya en casa me dedico a ducharme, afeitarme y a que mi cara parezca la de una persona decente… no termino de conseguirlo. Me meto en el coche, lo arranco y noto como el volante se deshace entre mis dedos dejándome las manos guarrísimas… ya me lavaré cuando llegue. Nada más poner la radio mi cara se ilumina: están haciendo una entrevista a Los Enemigos y ahí está mi antiguo profesor de ritmo Chema Pérez, vamos, caminito tranquilo escuchando buena música y acordándome de antiguos alumnos con su grupo Mescalina.

https://www.youtube.com/watch?v=e9xKOIQVkLU

Según voy llegando a Madrid la la vejiga me empieza a apremiar… ¡malditos líquidos que hay que ingerir tras donar! Llego, aparco frente a un bar, pido un café, voy al baño, echo dinero al coche por eso de la ORA, voy a casa de Tamara, voy a la Íntegra a preparar las cosas, espero. Poco a poco llegan las poetisas Nieves Rodríguez y Laura Lebrato. Todo lo demás fueron poemas, cerilleras, conversaciones, cuentos, cervezas, historias y mitologías.

Amor con amor se paga,

amor con amor se venga,

amor con amor pan nuestro

de ayer, de hoy, de cada días.

Amor con amor sordas caricias

de otras caricias trasnochadas, ¿matutinas?;

amor con amor hay un sobre

encima de la mesilla.

 

Amor, no me pagues con tu amor

si luego te irás

            dejando la cama fría.

Finalmente me asalta la duda de dónde debo quedarme a dormir, Madrid, Móstoles o Segovia… Las horas y cervezas dicen Madrid, así que vuelvo a echar dinero al coche. Hasta mañana.

Yo nunca seré Tamara Berbés

Tengo la terrible suerte de trabajar con amigos y con gente que admiro y sí, digo que es una suerte terrible porque nunca podré ser como ellos.

En el mundo de la interpretación tenemos esa terrible suerte. No puedes hacer un papel porque eres demasiado gordo, demasiado delgado, blanco, negro, joven, mayor, hombre, mujer, guapo, feo o cualquier otra idea que se os pueda por la cabeza… pero no podemos sentirnos discriminados por esas razones. Sé que nunca podré hacer de Desdémona, ni de Otelo, pero tal vez pueda ser un Yago aceptable, y sé que del mismo modo habrá algunos personajes que irán desapareciendo de mi espectro y otros aparecerán. No hablaré de lo que trabajan mis compañeros y de la dedicación que empeñan para hacer de su sueño su trabajo, eso se quedará en el tintero.Cúpula del mal

Tamara Berbés viene de ganar el premio de la Asociación de la Prensa a la mejor interpretación en el festival Almería en corto, y es un premio más que merecido. No, no he visto ningún corto más que el suyo. De hecho, vi el corto en compañía de otras dos personas y con la actriz, es decir, en buena compañía. El corto es Encadenados y aunque el guión no sea ningún alarde de originalidad, sí es cierto que tanto Tamara Berbés como Julio Béjar realizan un trabajo excelente y por otro lado la fotografía y el montaje son más que acertados, que sumado a la dirección hacen de este un cortometraje más que aceptable. El caso es que nada más terminar de ver la grabación Tamara nos preguntó. Yo estaba en silencio, sin saber qué decir, pero esto también es algo que me pasa cuando veo por primera vez algo. Había estado viendo el metraje con una actitud crítica que desapareció al empezar a entender qué era todo lo que nos daba su protagonista, con cada escena, con cada toma, llegándome a olvidar que era mi amiga quien estaba ahí detrás, la misma que estaba a mi lado. Acabó el corto y lo único que sabía es que se iba a llevar un premio por esa actuación, no sabía ni dónde, ni cuándo… ni me importaba. Había visto una de esas interpretaciones que me hubiese gustado hacer a mí.

Ahora espero que ese corto viaje a otros concursos y que compita. En otras palabras creo que el óscar de Bogart por La reina de África es mucho más grande ya que competía con Un tranvía llamado Deseo y el enorme Brando. Esto es lo que deseo para esta interpretación… poder medirse con otras grandes. Pero quizás lo que más desee en estos momentos no es otra cosa que seguir quedándome con la boca abierta, seguir soñando y decir, maldita sea, yo nunca seré Tamara Berbés.